Por fin y habiendo pasado un día horrible llegó la hora de entrar al
especialista y contarle mi historia.
Para mi sorpresa el reumatólogo era joven (unos 38 años como mucho) y
no viejecillo y anticuado como la idea que tenía ya preconcebida. Se mostró
bastante atento y empático conmigo, cosa que ayuda bastante en esa situación de
incertidumbre. Tras valorarme y hacerme in situ una ecografía de ambas manos me
mandó una analítica completísima, voltarén en pastillas y unas radiografías.
Agradeciéndole mucho su atención nos despedimos hasta la semana siguiente
que ya tendría los resultados. Las pruebas me las realicé lo más rápidamente
que pude pero aun así tuve que esperar una larguísima semana hasta que volví a
la consulta.
Todo el tiempo que estuve hasta que regresé al reumatólogo fue un calvario
moral. Me comencé a sentir muy vulnerable, creía que cualquier cosa que
hiciera podría perjudicarme y empeorar mi estado.
Fueron pasando los días y poco a poco los síntomas comenzaron a remitir, los
dolores disminuyeron al igual que el edema de ambas manos.
Cuando ya parecía que todo iba bien, un par de días antes del volver a
consulta, me salió una especie de eczema en ambas mejillas y las orejas me
ardían.
Por mis conocimientos como enfermera y mi gran habilidad de dar vueltas a todo comencé a relacionar toda la
sintomatología hasta llegar a una enfermedad que reunía varios de mis síntomas
"Lupus Eritematoso Sistémico".
Como yo sospechaba que podría ser esa enfermedad, trate de asimilarla antes
de que me la confirmaran y de igual manera intentar que mi familia, pareja y
amigos entendieran que era una de las posibilidades más probables.
Y finalmente llegó la cita médica
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